🌿 Reflexión: Trenzar la tristeza
- Ayahuasca Guatemala
- 6 ago
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Hay sabiduría ancestral en los gestos simples. Trenzar el cabello, como decía la abuela, no es un acto cualquiera: es un ritual silencioso, una medicina femenina, un acto de contención sagrada. En cada hebra que se entrelaza, también se enreda el dolor, se resguardan las lágrimas no derramadas, se aquieta la voz que no encuentra palabras.
Nuestra melena es más que adorno: es extensión del alma, red de memorias, raíz viva. Al trenzarla con intención, tejemos también protección, amarre y refugio. Evitamos que la tristeza se instale en los ojos, que haga llover la mirada; que invada la boca, obligándola a decir lo que el corazón no siente; o que envenene las manos, volviéndolas torpes o amargas.
En nuestra cosmovisión, como en cada ceremonia que compartimos, reconocemos que el cuerpo habla, que la energía se mueve, y que cada parte de nosotras guarda un saber. Por eso, cuando el alma se siente pesada, trenzar el cabello puede ser una ceremonia íntima: una forma de decirle al universo que sí, duele, pero no nos rendimos; que sí, sentimos, pero no dejamos que la emoción nos arrastre sin dirección.
Trenzar la tristeza es darle un cauce. Es ofrecerle un espacio para reposar, sin permitirle gobernar. Y así, cuando el viento del norte sople, como en los rituales de liberación, ese dolor quedará atrás, envuelto en hebras antiguas, disipado entre los cantos del amanecer.
Trenza tu tristeza, hermana. Ámala, honrala, pero no le entregues tu voz. Y cuando el sol renazca, verás que la pena se ha dormido entre tus cabellos, lista para partir.



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